Entré al imponente edificio arrastrando la pesada maleta conmigo y me detuve cuando pasé al hall. Era una sala decorada muy lujosamente. Mi mirada curiosa se detuvo en una larga recepción llena de fotos e ilustraciones de lobos. Sonreí amargamente al verme reflejada en aquellas fotos salvajes y de gran belleza.
Allí apoyada en la recepción suspiré y agaché la cabeza tocando el medallón que me había dado mi madre al despedirnos. Esto lo hacía por ella y por los demás, para alejarme de ellos y no hacerles daño.
A mi espalda me encontré con un enorme cuadro en el que se podía apreciar un mapeado del lugar. Me entretuve intentando localizar donde estaba.